Se dice que «mientras hay vida, hay esperanza», pero la vida misma sin esperanza, carece de sentido. Por más que uno se esfuerce uno en encontrar en ella satisfacción, cuando carece de futuro, se vuelve no sólo gris, sino desesperante.

Algunos por temperamento, tendemos a ser mas optimistas o pesimistas. En palabras de Woody Allen, vemos la vida cómo un vaso medio lleno o medio vacío. La Biblia en realidad no es optimista ni pesimista, sino realista. Su esperanza está basada en la realidad de Jesucristo.

Esperamos una vida mejor (2 Corintios 5:1-10). Es cierto que hay veces en la vida que uno siente que no tiene contentamiento en nada, como dice Eclesiastés (12:1), pero nuestra esperanza viene de conocer a Dios como el Señor de la vida y la Historia. No debemos creer las falsas promesas de felicidad, pero tampoco podemos ser pesimistas. Podemos alegrarnos y amar la vida.

Como decía Grau, «la tensión entre el presente pasajero y la eternidad que explota en los corazones no puede ser resuelta por nuestros propios medios». La sabiduría bíblica nos invita a gozar y disfrutar de la vida, pero sabiendo que nuestras acciones no carecen de trascendencia ante los ojos del Creador y Juez de nuestra vida. La vida es un regalo, cuando descubrimos el amor del Autor de ella, que ha dado todo por nosotros.